miércoles, 12 de octubre de 2011

2 julio 2003 (2) La Vanguardia

2 julio 2003 (2)




El company de “La Vanguardia” Nacho Orovio publicava la noticia sobre el judici amb aquestes paraules:

Los heridos de Hipercor describen en el juicio el infierno del atentado y sus secuelas
           
Jordi Morales tiene que buscar compañía todas las Nochebuenas porque se quedó sin padres y hermano (que estaba en el vientre de su madre); Alvaro Cabrerizo se salvó porque acompañó a un amigo al hospital: sus dos hijas y su esposa murieron; Milagros Rodriguez estaba embarazada y su hija nació sorda; Nuria Manzanares ha recordado cada uno de los 5.852 días transcurridos a sus dos hijos y su hermana, que estaban comprando un bañador; a Beatriz Omamdam le aterra cualquier clase de sonido brusco desde que el 19 de junio de 1987 estaba en la sección de alimentación de Hipercor y el suelo se abrió frente a sus pies.

Estos son, sucintamente, los relatos del horror de algunos de los supervivientes del coche bomba de ETA en aquel centro comercial, que ayer prestaron testimonio en la Audiencia Nacional, en la segunda jornada del juicio por el atentado. Hubo 21 muertos, 45 heridos y decenas de personas traumatizadas para siempre. Buena parte de los testimonios no pudieron ayer contener las lágrimas; tampoco un relevante miembro de la Audiencia Nacional, sentado frente a ellos y más de uno entre el público, donde había allegados y prensa.

Quince víctimas de Hipercor ofrecieron ayer su testimonio y, pese al trance de recordarlo todo de nuevo, se mostraron satisfechos de haber podido contar a la justicia cómo fueron aquellos momentos y, sobre todo, los dieciséis años transcurridos hasta hoy. Roberto Manrique, un carnicero al que la combinación de amonal, gasolina y pegamento le quemó los pies, lamenta que de la administración, ni una llamada. Algunos de los testigos lamentaron que ninguno de los dos acusados, Santi Potros y Rarafel Caride Simón, estuvieran en la sala; en la primera jornada provocaron su expulsión y ayer ya no estaban.

Casi todas las víctimas expusieron que han necesitado asistencia psicológica, algunos durante más de diez años, y que se la han pagado de su bolsillo. Uno de ellos tenía el coche cerca del Ford Sierra que contenía la bomba, que lo hizo añicos. Nunca más lo vio, ni supo de él, ni recuperó lo que le había costado.

Alvaro Cabrerizo dio el testimonio más completo porque aparte de narrar su drama (perdió a toda su familia), hizo un alegato político: si mis hijas y mi mujer hubiesen muerto para acabar con la violencia en el País vasco, hasta cierto punto lo entendería. Pero no entiendo que esto siga y que algunos partidos apoyen a esta gente. La historia no perdona y les pasará cuentas.

Cabrerizo se dirigió a la banda para pedirle que piense en el door que causan, que ellos pueden ir a la cárcel a ver a los suyos, pero yo a mis hijas sólo puedo ir a verlas al cementerio. Entre lágrimas, dijo que el está destrozado para siempre.



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