lunes, 17 de junio de 2013

17 junio 2013 (3) (16.06.13) El Mundo (opinion)

17 junio 2013 (16.06.13)


 

La estrategia de la derrota









Estamos en la fase final de ETA, pero la organización terrorista sigue viva. La semana pasada fueron detenidos dos etarras en Guipúzcoa y la Policía sospecha que hay aún una treintena de activistas operativos.
En un contexto de clara derrota, la banda ha organizado una reunión de sus exiliados en Biarritz, justo en la misma semana en la que el lehendakari IñigoUrkullu ha presentado su plan de reinserción de presos. La cuestión de fondo sigue siendo la misma que hace 40 años: ¿hay que poner punto y final a ETA negociando con los terroristas?
Entre los mitos que hay que desterrar antes de responder está el que lo esencial en ETA no es la lucha política en el esquema clásico izquierda/derecha, sino que su objetivo es la independencia del País Vasco.
En el libro Patriotas de la muerte, en el que FernandoReinares recoge 70 entrevistas realizadas a etarras encarcelados, uno de ellos afirma: «A mí prácticamente la política no me gusta. No entiendo de política ni me gusta. O sea, a mí lo mismo me daba que en el Gobierno vasco estuviera un señor de izquierdas que de derechas. A mí lo que me importaba era Euskadi y punto».
Si en los primeros etarras había un planteamiento antifranquista, en los terroristas que se integraron en la banda a partir de la década de los 80 lo que hay fundamentalmente es un objetivo nacionalista étnico. Es decir, la consideración de que los vascos y los españoles son distintos y por ello el País Vasco debe separarse de España, a la que se considera potencia colonizadora.
El leit motiv del terrorismo etarra es la creación de un Estado vasco y el odio a todo lo que tiene que ver con España. La violencia ha sido para ellos no sólo una forma de lucha contra España y por la independencia, sino una forma de afirmarse como vascos. En la raíz ideológica del terrorismo etarra están los escritos de Sabino Arana.
Otro de los mitos a los que recurren ETA y la izquierda abertzale es que aquí se podía ensayar el llamado modelo irlandés.
El paralelismo entre ambas situaciones no tiene ninguna base real y es planteado por los terroristas como un objetivo estratégico, que consiste en sentarse de igual a igual, en una mesa de negociación, con los representantes del Estado democrático.
En España las circunstancias han sido muy diferentes a las de Irlanda. Aquí no ha habido dos comunidades religiosas enfrentadas, no ha habido una invasión de un país por otro y tampoco ha habido dos grupos terroristas en lucha. En Irlanda, Tony Blair optó por la negociación con el IRA como una forma de acabar con lo que se llamó el empate infinito entre los terroristas y el Ejército británico. Todas esas diferencias son reales. Pero, aquí, el mito a desterrar es que en España la vía de la negociación no se ha utilizado… Suficientemente.
Negoció AdolfoSuárez, negoció FelipeGonzález, negoció JoséMaríaAznar y negoció José LuisRodríguezZapatero.
El Estado democrático lo ha intentado todo para acabar por la vía del diálogo con ETA. En 1977, dos años después de la muerte de Franco, el Gobierno de la UCD aprobó una amnistía que dejó en libertad a todos los presos etarras, incluidos aquéllos que cumplían condenas por delitos de sangre.
A los miembros de ETA pm (con la que el Gobierno de la UCD negoció su disolución) no sólo se les concedió la libertad, sino que se les facilitó dinero para montar negocios y pudieran integrarse socialmente.
Uno de los beneficiados por aquella amnistía fue FranciscoMúgicaGarmendia, Pakito, que, poco después de salir de la cárcel, se volvió a integrar en ETA y llegó a ser su máximo jefe en los años 80, durante el periodo más sangriento de la banda.
La política de negociación y reinserción fue una constante durante muchos años. Cuenta ÁngelesEscrivá, en su libro Maldito el país que necesita héroes, una anécdota que denota hasta qué punto la vía buenista llevó a situaciones injustificables. En la época en la que el ministro del Interior era el socialista JoséBarrionuevo (a mediados de los años 80), un etarra huido y refugiado en México consultó con las autoridades españolas si podía volver a España, ya que había decidido abandonar la organización. Se le dio el visto bueno. Una vez aquí, la Guardia Civil informó al Gobierno de que se trataba de un individuo que estaba acusado de cometer tres asesinatos. El Ejecutivo optó por no hacer nada y ahora ese ex etarra, al que no se le ha juzgado por sus crímenes, es un empresario de éxito que vive plácidamente en Bilbao.
Nadie puede dar lecciones a los gobiernos españoles sobre la vía de la negociación para acabar con el conflicto. El problema es que esa vía siempre ha sido utilizada por ETA para reorganizarse, para tomar un respiro y después volver a la lucha armada, como demuestran los documentos incautados a sus dirigentes detenidos.
Fue tras el fracaso de las negociaciones de Suiza (mayo de 1999) cuando el Gobierno de Aznar, apoyado por el PSOE y la inmensa mayoría del Congreso, inicia la política encaminada a la derrota de ETA.
Esa decisión implicaba no sólo aumentar y mejorar la acción de las Fuerzas de Seguridad del Estado contra los terroristas, sino un esfuerzo de deslegitimación política de la banda dentro y fuera de España.
El atentado del 11 de septiembre de 2001 hizo que algunos países que miraban con simpatía a ETA cambiaran de actitud. El empate infinito comenzó a romperse.
Pero cuando parecía que el camino de la derrota era un camino sin retorno, el Gobierno de Zapatero dio otra oportunidad a la negociación. De hecho, según muestran los documentos incautados al etarra Esparza Luri, ETA ya había comenzado los contactos con el PSOE antes incluso de que ganara las elecciones. Para Zapatero, alcanzar la paz se convirtió en una obsesión. Y asumió los planteamientos de la banda. Se crearon dos mesas de negociación: una técnica y otra política. Es decir, se volvió al esquema de dos partes que negocian de igual a igual. Incluso se llegó a asumir el lenguaje de los etarras. En una cesión orweliana, se aceptó incluso utilizar un neolenguaje por el que, por ejemplo, a los atentados se les llegó a calificar de accidentes.
Fruto de aquel periodo de claudicación, fue el lamentable suceso del bar Faisán, más conocido como el chivatazo.Pero, como en otras ocasiones, ETA se cargó el proceso con el atentado de la T-4 y fue a partir de entonces cuando Zapatero volvió a retomar la estrategia de la derrota.
El acoso a la banda, la detención de numerosos comandos y de sus líderes más activos llevó a ETA, el 20 de octubre de 2011, a declarar en un comunicado el «cese definitivo de las actividades armadas».
La debilidad extrema de ETA produjo un cambio histórico. La izquierda abertzale inició a partir de 2010 un proceso de desenganche de los terroristas. Los herederos de Batasuna entendieron que estaban condenados a la desaparición o a convertirse en un elemento político residual si no se integraban en la normalidad democrática.
Fueron legalizados y lograron un éxito electoral sin precedentes. La estrategia de desenganche era real. En una conversación grabada por la Policía en la cárcel, ArnaldoOtegi le aseguró a un amigo refiriéndose a ETA: «O se unen a la procesión o se hunden».
Ése ha sido uno de los grandes éxitos de la lucha antiterrorista. Su base social ha dejado de apoyarlo.
Pero la convivencia, la paz de verdad, no será posible si ETA no condena su propia historia, si no abjura de todos sus asesinatos, si no reniega de la barbarie. En este proceso unos deben perder, los terroristas; y otros deben ganar, los demócratas.
La disolución de ETA no puede implicar como condición previa la extinción de las responsabilidades penales de sus miembros.
El Estado puede ser generoso en determinadas circunstancias, pero nunca aceptar un quid pro quo: paz por presos.
ETA no puede tener el consuelo de pasar a la historia como la organización que logró alguno de sus objetivos en el País Vasco

Subtitulos: ante el dilema de “paz por presos”, el Gobierno debe seguir empeñado en el abandono de las armas
ETA quiere pasar a la historia como la organización que hizo posible la independencia
Uno de los elementos clave de la debilidad de ETA es que ha perdido el apoyo de su base social
El respeto a las víctimas hace imposible la generosidad antes de la disolución de la banda


Opinión:

No quiero opinar sobre un artículo de Casimiro García Abadillo por lo simple de su análisis. Simpleza en el análisis y simpleza en el contenido del artículo. Cualquier alumno de primero de ciencias de la información haría un artículo como este con un par de horas de consultar en Internet. No tiene ningún mérito, como casi nada de lo que escribe este señor.
Pero hay una frase en el artículo, una de las destacadas en la edición de papel que me ha dejado con escalofríos en todo el cuerpo, el que tengo quemado y el que no. La frase en cuestión es la última de las cuatro destacadas, la última pero no la más importante: “El respeto a las víctimas hace imposible la generosidad antes de la disolución de la banda”. Hay que tener mucho morro para decir esto y quedarse tan tranquilo. Analicemos:
“el respeto a las víctimas”… ¿el mismo respeto que mostró y muestra el diario El Mundo por la mayoría de las víctimas del 11M, por aquellas que no comparten la teoría de la conspiranoia? ¿El mismo respeto cuando amenazaban en un titular que los nichos se abrirían para rebuscar muestras de los explosivos en los cadáveres? Pues bonita manera de seguir hurgando en la “autoría de ETA” mientras se les respeta de esta manera….
“hace imposible la generosidad”… ¿qué generosidad? ¿la misma que ofreció el entonces Presidente Aznar en un lejano octubre de 1998 tras enterarse en Perú que ETA había presentado una “tregua”? ¿la misma generosidad que ofreció sin contar con “las” víctimas”? ¿Dónde están ahora “las” víctimas para acordarse de ese episodio tras el recuerdo realizado por Casimiro García Abadillo?
“antes de la disolución de la banda”… esta frase, sin ir acompañada de la palabra generosidad, podría entenderse. Pero acompañada de la palabra en cuestión da la idea de que al disolverse la banda… ergo… habrá generosidad…

Señor García Abadillo, léame bien e imagíneme los labios: Y UNA MIERDA… Siempre he defendido la legislación, aunque existan leyes que no me agraden. He trabajado durante 25 años para que cientos de víctimas (sí, CIENTOS) entendieran que la legislación es legal pese a no parecer justa. Y no permitiré que la esa misma legislación se la pasen por el arco del triunfo gente como Usted en base a una generosidad cuando la banda terrorista ETA se disuelva. No señor García Abadillo, no. Aunque ETA se disuelva los terroristas deberán cumplir sus condenas.
No puedo recordar si su firma estaba entre el 1.110.000 recogidas en 1995 “a favor del cumplimiento íntegro”, el cual se legisló en el Código Penal de ese año. No puedo recordar si sui firma estaba en esa relación pero si lo estaba, explíqueme entonces el porqué de su frase.
A no ser que sea usted un juntaletras que no conozca el significado cuando componen las palabras. Seguro que va a ser eso… O puede que haya usted consultado este humilde blog y copiado muchas de las opiniones presentadas.
Sí, quizás sea eso.

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