lunes, 11 de noviembre de 2013

11 noviembre 2013 (11) El Pais

11 noviembre 2013



Hacer política con las víctimas
Juan Mari Gastaka








Ha bastado que llegue la conmemoración del Día de la Memoria en recuerdo a las víctimas (¿todas?) para evidenciar que la política hace imposible el consenso sobre un reconocimiento unitario. Y así desde el primer año de su celebración. Una multiplicación de actos escalonados, incluso durante tres días seguidos por distintas instituciones vascas, han proyectado esta dispersión del afecto que enfría las expectativas de una acción concertada en una cuestión tan nuclear para la convivencia.

No es de recibo esta proliferación de celebraciones a sabiendas de que responde al desacuerdo político de su convocatoria. Tampoco resulta aleccionador para un futuro en paz comprometida que quienes acudieran, por ejemplo, al acto de Vitoria, impulsado por instituciones que gobierna el PP, no tributaran el mismo reconocimiento a las víctimas que en las Juntas Generales de Gipuzkoa. Sin avenirse al reconocimiento de un suelo ético por todas las sensibilidades políticas por extremas que se sitúen es imposible imaginarse el avance necesario hacia la concordia.

Pero ha bastado el acto unitario del Ayuntamiento de Bilbao para que afloren las dudas sobre las auténticas razones de quienes resquebrajan el consenso. Bastó que en la capital vizcaína, donde se ha hablado genéricamente de víctimas, no se leyera texto alguno para que PP participara. ¿Por qué no lo hizo en Gipuzkoa si también se lo habìan garantizado? Posiblemente porque entienden que la motivación de quien impulsa el acto es muy diferente.
A Bildu le ocurrió lo mismo al ausentarse del acto promovido por la Diputación de Álava, donde pesó sobremanera el eco de las recientes excarcelaciones de presos de ETA a raíz de la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos sobre la denominada doctrina Parot. Y así va pasando el tiempo en este país que es incapaz de prender la ocasión que le supone vivir desde hace ya más de dos años sin la violencia de una banda terrorista.

Con la catalogación de víctimas se está haciendo política y quienes así actúan, bien que lo saben. No debería permitirse, sin embargo, que también se hiciera con su sentimiento. La sociedad viene dando suficientes muestras de este respaldo afectivo a quienes han sido víctimas de una injustificable violencia y ese gesto inequívoco le carga de razón para vetar juegos interesados.

¿Tan difícil es compartir un suelo ético para quienes han vivido la misma realidad social aunque fuera desde posiciones antagónicas? Ahora mismo, parece que sí. Basta una mirada desapasionada para comprobar cómo se ha embarrado de tal manera el terreno de juego que se antoja complicado alcanzar  este imprescindible denominador común entre la clase política. Es palmario que sigue siendo una asignatura pendiente, camino de enquistarse endemoniadamente si acaba provocando la desidia social. Y ahí está el riesgo.


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