lunes, 15 de septiembre de 2014

14 septiembre 2014 Deia (opinión)

14 septiembre 2014



Fernando L. Astarloa e Iñaki G. Arrizabalaga: “Somos una prueba de que la convivencia es posible”







Iñaki García Arrizabalaga, víctima del terrorismo, y Fernando de Luis Astarloa, exmiembro de ETA que ha pasado 24 años en la cárcel, mantienen una relación cordial y quedan regularmente para charlar y compartir sentimientos y opiniones desde hace tres años, tras conocerse en un encuentro restaurativo. Por primera vez cuentan su historia y abren su corazón


-Oye, ¿ya se te pasó lo de la espalda?-¿Cuál?
-El dolor…
-Ah, sí. Al final hice acupuntura y bien.
-¿Acupuntura?, bueno...
La conversación es la habitual entre dos personas que se conocen y se aprecian mutuamente. Lo chocante -aunque no para ellos- es que según el estereotipo social estas dos personas deberían estar radicalmente enfrentadas. Se trata de Iñaki García Arrizabalaga, víctima del terrorismo a quien los Comandos Autónomos Anticapitalistas asesinaron a su padre en 1980, y Fernando de Luis Astarloa, exmiembro de ETA que ha pasado 24 años en prisión por delitos de sangre. Víctima y victimario. Dos vascos, dos seres humanos que dialogan, se entienden, se estiman. Conviven.
Ambos recuerdan perfectamente la fecha en la que se conocieron: 25 de mayo de 2011. Fue durante un encuentro restaurativo entre víctimas y presos de ETA que ya habían renunciado a la lucha armada y se habían desvinculado de la organización, dentro de la llamada vía Nanclares puesta en marcha por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Fue su primera conversación. A partir de ahí, ambos han alimentado una relación cordial y fructífera en la que conversan de forma regular. En el transcurso de estos más de tres años, se ven una vez cada dos meses, aproximadamente. Quedan para comer y charlar. De sus cosas, de la vida, de lo divino y lo humano. De política, de deporte, de sus achaques…
Esta semana se han juntado por primera vez con un testigo de por medio, un periodista. Apenas hace falta introducir temas de conversación. Su complicidad salta a la vista desde el primer instante mientras repasan juntos su pequeña gran historia, que impacta y conmueve y que les ha marcado. Pero no solo a ellos.
Fernando de Luis Astarloa es un pionero. Entró en prisión en 1987, con 26 años, y salió en libertad -el primero de la vía Nanclares- a finales del año pasado tras la sentencia europea contra la doctrina Parot, con 52. Media vida entre rejas. Fue de los primeros en rechazar la violencia y desvincularse expresamente de ETA. Su inquietud le llevó a dar un paso más y solicitar una entrevista con una víctima. Ahí nació el primer encuentro restaurativo entre víctimas y victimarios: Iñaki García Arrizabalaga y Fernando de Luis Astarloa. Iñaki y Fernando. Cara a cara.

- Fernando: Yo tomo la decisión de hablar con una víctima en el momento que dejo la organización y creo que puedo aportar algo más. Fue fruto de una evolución personal crítica con lo que había hecho hasta entonces. Es una decisión personal, mirar el lado humano, porque siempre miramos el uniforme, las siglas… y no miramos la parte humana. Me interesaba tener conocimiento de esa familia, de lo que ha tenido que pasar. Tenemos que convivir. Tenía esa necesidad y también como una obligación de saber lo que habíamos dejado ahí. Habíamos destruido una familia, conocer eso.
-Iñaki- A diferencia de Fernando, yo desconocía la figura del encuentro restaurativo. Fue una presentación institucional la que nos ofreció esta oportunidad. Fue la Dirección de Víctimas, nos juntó a un grupo de víctimas y nos habló de la mediación. Yo conocía la mediación por temas de consumo pero jamás imaginé que podía llegar a esto. Me dijeron “piénsatelo”. El punto de partida era distinto, mientras que él tenía esa necesidad de “hablar con”, ni yo ni ninguna de las víctimas entonces tenía una necesidad personal de hablar con un victimario. Y dijimos ¿por qué no? Todo esto está muy parado, es una experiencia nueva, a mí me daba confianza quien me la presentaba y era una forma de avanzar, se nos presentó como una iniciativa personal, íntima, sin ningún tipo de conocimiento público… y dije ¿por qué no?, no voy a cerrar esa puerta. Sin planificaciones previas, allí nos juntamos: el 25 de mayo de 2011. Es curioso, yo no me había puesto a pensar que los puntos de partida eran distintos. Porque en tu caso, Fernando, te brotaba de dentro.

F.- Sí, efectivamente. Eso sale de dentro. Es una cosa que tienes. Llámale necesidad, obligación. Conocer a la otra parte.

Ambos se lanzaron a una aventura totalmente desconocida. Con dudas. Fernando, sobre qué se iba a encontrar, cómo iba a reaccionar la víctima, si “se iba a cabrear”. Iñaki, de si estaría haciendo bien, si estaría mancillando la memoria de su padre, pero, como él mismo afirma, “hay cosas que las haces más con el corazón que con la cabeza”. Pero llegó el día y, según reconoce Fernando, “la sorpresa fue mayúscula”.

F.- Yo quería conocer el sentimiento de la persona. Después de la muerte de su padre, el recorrido que había tenido que pasar, el lado humano. Ha tenido que haber un vacío ahí, ¿no? Quería conocerlo, no lo conocía. Estamos hablando como humanos, me interesaba conocer la trayectoria de su familia. Porque llegas a la conclusión de que todo lo que hicimos, fue para nada. Pensabas que era el enemigo y no pensabas en el lado humano. Más que nada, fue una obligación, que tenemos que hacer una reparación del daño que hemos hecho. Una obligación. Me salió de dentro.
I.- Sí, pero más que obligación para ti, Fernando, era una necesidad.

F.- Sí, y he hecho bien. Habrá quien me critique, otros que me aplaudan… pero yo lo hago de todo corazón.
I.- Para mí fue muy importante hacerte ver una cosa que no sale en los medios, el sufrimiento que queda en una familia, el vacío, cómo la muerte de un ser querido trastorna las relaciones personales, familiares, de tu entorno… Recuerdo que te expliqué cómo lo había pasado mi madre, mis seis hermanos… y eso es importante. Hacerle ver a Fernando que más allá de la muerte de mi padre, que ya era un hecho dramático, lo que queda.

Iñaki García Arrizabalaga tenía 19 años cuando los Comandos Autónomos secuestraron y asesinaron a su padre, Juan Manuel García Cordero, delegado de Telefónica en Gipuzkoa, el 23 de octubre de 1980. Lo dejaron maniatado con un tiro en la nuca en el monte Ulia de Donostia. También ha tenido su evolución personal. Tras una fase de odio visceral e incluso de búsqueda del enfrentamiento, llegó un momento en el que tuvo claro que ese odio le estaba destruyendo a él. Hoy vive en Nafarroa con su mujer y sus hijas y es profesor de Marketing en la Universidad de Deusto en Donostia. Se aprecia su discurso fluido, meditado, buscando las palabras precisas. Intercala sus apelaciones directas a su interlocutor con reflexiones en voz alta. Su dimensión ética surge en cada momento de la conversación.

F.- Desgraciadamente, el muerto, muerto está, pero queda la familia, el sufrimiento.
I.- Y yo tenía también un componente, te lo he dicho varias veces, de ver cómo pensabas, cómo razonabas, porque no nos llevamos tantísimos años y cómo es que tenemos trayectorias vitales tan distintas. Buscaba respuestas a muchas preguntas. Algunas no me las respondió, me las ha ido respondiendo con el tiempo, algunas no me las responde nunca, las responde indirectamente, por comentarios… yo he ido descubriendo razonamientos, maneras de entender. Y para mí hay otro aspecto muy importante, es una cosa que nunca te he dicho, Fernando: aprender a descubrir que por detrás o por encima, hay una persona, hay un ser humano con toda su historia, con todos sus dramas, con todo su pasado, pero que hay una persona. Poco a poco vas aprendiendo a ver a Fernando, más que como exmiembro de ETA, como Fernando, con toda su historia, su gusto por la carrera, por el running, el correr, yo ya sé hasta lo que le gusta, cuando vamos al menú del día ya sé lo que va a pedir, maneras que tiene de razonar… hay que volver a humanizar.

F.- El lado humano, eso es lo importante.
I.- De la misma manera que yo supongo que él también, además de verme como víctima del terrorismo y determinados prejuicios, me ve como persona.

Ambos destacan que aquel primer encuentro fue especial. Lo recuerdan al detalle. Se produjo en mayo de 2011 en una extrañísima sala en Gasteiz.
I.- Yo recuerdo detalles, cómo era la mesa, las sillas, la luz que había.
F.- Oye, ni un botellín de agua nos dieron. Tenía la garganta como una alpargata. Yo pensé que iba a ser un cuarto de hora y echamos tres horas mínimo.

I.- Sí, fue muy largo, larguísimo. Tan larguísimo que prácticamente tuvieron que entrar a decirnos, porque estaban un poco asustados.
F.- Al principio fue muy chocante. Subía las escaleras y me temblaban las piernas. Me decía voy, no voy, qué hago.

I.- Yo creo que si quieres que salga algo, tienes que quitarte de la cabeza determinados prejuicios, porque lo único que hacen es condicionarte.

Al oírles hablar, da la sensación de que esos encuentros, que ambos reconocen que les ha ayudado personalmente, resultan de algún modo liberadores. “Más que liberadores, gratificantes”, matiza Iñaki. Y continúa.

I.- Si me preguntas si después de aquel encuentro te encontraste mejor, la respuesta es claramente sí. Yo salí con la sensación de haber hecho algo bueno. Para mí, para sentirme mejor. Yo me sentía mejor después de ese encuentro que antes de él. Hay gente que te dice “pero cómo has podido hacer eso”; pues no solo he podido hacerlo sino que me siento bien.
F.- A mí me sucede lo mismo. Te encuentras a gusto, porque sientes que has aportado a la sociedad. Si no, no continuarías. Yo tomé la decisión personalmente, sin hablarlo con nadie, lo tenía claro. Cuando rompí con la organización, creí que no terminaba ahí, que podía aportar, hablar con las víctimas, el sufrimiento que han tenido, tienen que tener muchas preguntas, un mar de dudas... Y me tiré al charco.

I.- Yo esa dimensión social jamás me la planteé. Era una experiencia estrictamente personal. Después, el tiempo le ha dado esa trascendencia social.

Más allá de la experiencia de aquel encuentro de hace más de tres años, la relación entre Fernando e Iñaki no solo se ha mantenido sino que se ha intensificado. No pronuncian la palabra amistad, quizá no ha llegado aún a ese estadio, pero a ambos les ha marcado.

F.- Iñaki es una persona intachable, de los pies a la cabeza. Tiene que ser muy fuerte eso. Tiene que ser muy duro para él encontrarte con una persona que ha estado tantos años en la cárcel por estos delitos, para su entorno, para su familia, tiene que ser chocante, porque nunca se nos ha mirado desde el lado humano, hemos sido el terrorista, el asesino y sería durísimo, un gran paso.
I.- Yo de Fernando admiro su valentía. No somos capaces de reconocer en su justa dimensión, en su justa valía, lo que ha hecho, ser capaz de romper con ese mundo, de salir de ahí, ser capaz de pararse a decir Dios mío, de mirar para adelante y decir esto no puede seguir así. Es un acto valiente y es una de las cosas de las que estaré eternamente agradecido, que fuese capaz de dar ese paso. Eso le hace pertenecer a una minoría selecta dentro de ese mundo y además ha sido capaz de dar ese paso sin el péndulo, sin irse hacia el otro lado. Él sigue pensando de una determinada manera, hay cosas que comparto con él y cosas que no, pero no mira con odio, ni con revancha, eso lo valoro muy positivamente. También que haya encontrado las fuerzas para hacer ese ejercicio de introspección, de decir Dios mío, qué he hecho, qué hemos estado haciendo y todo esto no ha servido para nada. Hay que enfrentarse con eso. Hay que tener la lucidez y la valentía para dar el paso. A lo mejor no te lo he dicho con estas palabras nunca, pero hay que agradecer gestos como el tuyo, Fernando. Para mí eso te honra y te dignifica. Si una persona a la que yo le reconozco esa lucidez y esa valentía me dice que quiere hablar conmigo, ¿quién soy yo para decir que no? ¿Quién soy yo para echarle en cara cosas de su pasado? Una de las normas que me he impuesto es que yo no le pregunto a Fernando por su pasado, él me habla de su pasado cuando él quiere, cuando le sale, y me cuenta alguna cosa.

F.- Eso fortalece, y de hecho a mí me gustaría continuar en esta línea con otras víctimas. Me consta que hay gente que quiere hablar, eso te fortalece como persona. A mí me ha llenado, desde luego, totalmente.

Ellos lo tienen claro. Han sabido salir de la espiral del odio, del enfrentamiento, y labrar una relación que en muchos sectores sociales se considerará antinatura.

F.- A la gente le choca. Me dicen: ¿no se cabrea contigo? ¿no te grita?
I.- A mí me dicen: ¿y qué le preguntas? Pues que cómo le va la vida. La gente tiene morbo. No llegan a entender que no me cabree. Pues no me cabreo.

F.- A mí me preguntan si no tengo miedo a que algunos me dejen de hablar. Pero si no es problema mío, si me dejas de hablar el problema es tuyo. Yo creo que hago bien. Yo no renuncio a mis ideas políticas, sigo siendo el mismo.
I.- Es cierto que hemos tenido los dos un coste importante en nuestros entornos.

F.- Sí, claro, sin ninguna duda. Te dan caña, pero es asumible, siempre que lo hagas de corazón, aportando.
I.- Totalmente de acuerdo, lo has dicho muy bien. Esa crítica, que la respeto por supuesto, no es algo que me condicione. Va perdiendo fuerza, al principio fue muy virulenta. Socialmente se ha empezado a entender. Eso me anima mucho.

Quizá la sociedad vasca lo entienda e incluso lo apoye. Pero la realidad es que la llamada vía Nanclares está totalmente bloqueada y el Gobierno español ha cerrado la puerta a los encuentros restaurativos. Al menos a nivel oficial, no se ha producido ninguno más en tres años. Ambos creen que es un error.

F.- Falló la discreción.
I.- Hay un difícil punto de equilibrio entre mantener la discreción debida y poder aportar algo que socialmente sea positivo para la convivencia. En ese proceso de socialización de estos encuentros se han cometido algunos errores, se han contado cosas que no se tenían que haber contado, cosas que pertenecían al ámbito estrictamente personal, privado,…

F.- Quizá no con mala intención, pero falló la discreción. Nos emocionamos enseguida, cuando vemos algo mediático, algunos se lanzan. Esto es un maratón y hay que llegar a la meta y no lanzarlo, si no pasa lo que pasa. Y hoy en día se siguen cometiendo errores. Lo triste es que no se aprenda.
I.- Lo triste es que ahora esté parado, porque hay gente que está dispuesta y quien tiene la posibilidad de abrir las puertas no las abre. La administración o el Gobierno no quiere más encuentros y eso está parado. Y hay víctimas que están esperando.

F.- El Estado lo ha bloqueado por miedo a las filtraciones. Después de lo que sucedió, tienen mucho miedo porque no lo pueden controlar.
I.- ¿Pero no ves nada positivo en que la sociedad sepa de la existencia de estos encuentros?

F.- Pero no de esa manera, con ese morbo, que no aporta nada. “Es impresionante ver a un terrorista llorar”. ¿Qué aporta eso?, ¿a qué viene contar esas cosas? Conozco bien a la institución penitenciaria y a la mínima que se la juegues, no perdona. Y tienen un miedo tremendo.
I.- Ahí te doy la razón. Aparte de eso, creo que ese modelo les incomodaba, no por su número, sino el mensaje, la acción, el fondo. No lo han parado porque temieran oleadas de encuentros, sino lo que puede simbolizar estos encuentros personales en una dimensión social no les gusta. Para ellos es puramente instrumental. Me pregunto si como sociedad estamos preparados para algo así.

F.- La sociedad no está preparada para esto.
I.- Ha habido tres víctimas que me han llamado para decirme que están dispuestas a dar ese paso y para ver cómo hacerlo. No sé si han llegado a darlo, pero para mí supuso una alegría personal que haya movimiento. Me preguntaban por sentimientos, no mi opinión. Me apena que esto no está en la agenda, no es una prioridad. Me consta que a gente que ha querido participar les han dicho que no.

-¿Sois un ejemplo de reconciliación, de convivencia?
I.- De reconciliación es muy fuerte decir. De convivencia desde luego, o de cómo una convivencia es posible. ¿Reconciliación? Yo no estaba enfrentado a Fernando. Lo dejaría en cómo la convivencia es posible.
F.- Convivencia, sí. Es el objetivo.

I.- Estamos condenados a convivir juntos. Hemos hecho esto porque nos ha dado libremente la gana a título personal. Y además resulta que o convivimos o no hay manera.

Tras la larga conversación, ambos se alejan mientras Fernando, que apenas hace unos años no sabía ni coger el autobús tras un cuarto de siglo en prisión, le va indicando a Iñaki cómo salir del caos circulatorio de Gasteiz. Y seguirán hablando de sus cosas, de cómo les va la vida, con la mirada limpia.


Opinión:

Por la amistad que disfruto con Iñaki Garcia y las conversaciones que mantenemos debo decir que compartimos un mismo objetivo: que nadie mas sufra lo que nosotros y nuestras familias (y tantas otras) ya hemos sufrido. Por tanto, todo lo que sea intentar conseguir ese objetivo respetando la legislación tendrá mi apoyo.
Independientemente de que la víctima se entreviste (o no) con su victimario correspondiente... estos encuentros dividen a ETA y ese es también otro de los objetivos.

Seguramente habrá quien no lo quiera entender o incluso le interese mantener el enfrentamiento... pero allá cada cual con sus intereses partidistas o personales.

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