viernes, 18 de agosto de 2017

06 agosto 2017 El Correo

06 agosto 2017



La memoria del respeto

Recordar a Joxe Mari Korta es homenajear a los empresarios extorsionados por ETA y a quienes lucharon por una convivencia digna

Este martes se cumplirán 17 años del asesinato a manos de ETA de quien era entonces el presidente de la patronal guipuzcoana, Joxe Mari Korta. El recuerdo de cada víctima de la organización hoy desarmada tras medio siglo de violencia inclemente permite reconstruir el legado de lo que esa víctima fue y lo que significa en la memoria de todos los que padecieron el zarpazo de la intolerancia más extrema. Korta encarnó, como tantos otros señalados como ‘enemigos’ por el sectarismo etarra, a un hombre del país, devoto de los suyos y entregado a tratar de construir algo positivo para sí mismo y para los demás. Pero también fue el empresario corajudo que se negó a ceder a la extorsión y que defendió que no había que pagar el mal llamado ‘impuesto revolucionario’ aun a riesgo cierto para su vida, como acabó constatándose dramáticamente; lo hacía, explican sus allegados, porque «él no podía decir otra cosa». Recordar hoy la figura de Korta es homenajear a todos aquellos que sufrieron en silencio, como si les aquejara un mal vergonzante y clandestino del que no podían hacer partícipes a nadie o a casi nadie, la amenaza terrorista seguramente más sibilina y lacerante: porque el que no pagaba, sabía que acababa de situarse en el centro de la diana criminal; y el que lo hacía no contaba con la certeza de que ello le garantizara poder seguir adelante, con el peso añadido de tener la dolorosa conciencia de que ETA alimentaba con ese dinero su mortífera maquinaria. La Fundación Joxe Mari Kortaren bidetik, que ha trabajado todos estos años por mantener vivos y transmitir los valores del empresario guipuzcoano, ha anunciado su decisión de suspender las concentraciones anuales de homenaje en atención al nuevo contexto sin violencia en el que ya viven los vascos. Las distintas organizaciones que han reivindicado todo este tiempo la memoria de las víctimas y la dignidad de la paz y de la libertad han contribuido decisivamente a la lección colectiva que supone aprender a convivir respetando al que piensa diferente. Su valiosa aportación, tantas veces callada, discreta y respetuosa, contrasta con la que aquellos que aún hoy alzan la voz e intentan copar el espacio público para camuflar o exonerar la peor de las sinrazones.





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