viernes, 1 de septiembre de 2017

31 agosto 2017 (11) La Vanguardia (opinión)

31 agosto 2017




El terrorismo en Barcelona, ayer y hoy

Borja de Riquer i Permanyer

A finales del siglo XIX Barcelona se convirtió en una ciudad tristemente conocida por una serie de atentados terroristas: era “la ciudad de las bombas”. Hace falta recordar, sin embargo, que la sociedad barcelonesa de entonces era notablemente desigual como consecuencia de un marco político y social en el que las clases populares disfrutaban de pocos derechos y estaban sometidas a una dura explotación: jornadas laborales de 14 horas, trabajo infantil desde los 6 años, bajos salarios femeninos, insalubres condiciones de trabajo ... Las dificultades para poder construir un sindicalismo reivindicativo llevó a algunos individuos de ideología ácrata, como en otros países europeos, a considerar que la mejor muestra de rebelión social era atacar violentamente los principales pilares de aquella sociedad clasista mostrando así su vulnerabilidad. Este ejemplo tendría que servir, creían, para abrir los ojos a los trabajadores y movilizarlos hacia objetivos revolucionarios.
Entre 1893 y 1896 hubo tres grandes atentados, todos con bombas, contra lo que se consideraba símbolos de la opresión clasista: los militares (atentado contra el general Martínez Campos), la alta burguesía (bomba del Liceu) y la Iglesia católica (bomba de la calle Canvis Nous contra la procesión de Corpus). Estos atentados tuvieron una gran repercusión ciudadana ya que, en el segundo y tercer caso, provocaron numerosas víctimas de condición social bien diversa. Poco se analizó entonces las causas de aquellas locuras y se buscó a los culpables, reales o ficticios, dentro del obrerismo con procedimientos bastante rudimentarios (tortura y delación) dada la escasa información de que se disponía y la nula profesionalización de las fuerzas de seguridad. La respuesta gubernamental fue básicamente represiva: los arbitrarios procesos de Montjuïc que llevaron a la ejecución de cinco sindicalistas, sin pruebas de su culpabilidad, y a la criminalización del conjunto del obrerismo. Era tal la ineficacia de la policía que el consulado francés de Barcelona se dotó de un cuerpo policial propio con el fin de disponer de información fidedigna que permitiera evitar que su país se viera “contaminado” por el terrorismo catalán. El ambiente obsesivo creado por la mayoría de la prensa y por las autoridades permitió que poco después algunos confidentes policiales se dedicaran a poner bombas por su cuenta con el fin de sacar provecho económico (caso Rull).
Ahora hace cuarenta años Barcelona vivió el más sangrante atentado terrorista de su historia: el de Hipercor. Aquella brutal masacre provocó una masiva movilización ciudadana que denunciaba que, en una sociedad democrática, ningún objetivo político, ni siquiera la independencia, podría justificarse utilizando la violencia. Este atentado liquidó el poco crédito que todavía tenía la organización ETA entre algunos sectores de la izquierda radical catalana.
El atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York (11 septiembre 2001) y las bombas en la estación de Atocha de Madrid (11 marzo 2004) inauguraron una nueva etapa en el terrorismo. Las motivaciones de estos atentados ya no eran cuestiones internas de una ciudad o país, sino que se trataba de una problemática mundial. A diferencia del terrorismo anterior, es en el nuevo contexto de la mundialización donde tenemos que situar el atentado de Barcelona, como antes los de Niza , París, Londres, Berlín o Bruselas .
Habría que evitar cometer algunos errores del pasado, como priorizar de tal modo la política represiva que se acabe por restringir las libertades de todos los ciudadanos. Igualmente es preciso no criminalizar al grupo –antes el obrerismo ahora la comunidad islámica– hasta convertirlo en un colectivo tan sospechoso que se tiene que mantener en cuarentena . El islam es plural, como el cristianismo, y no puede estar constantemente exigiendo a sus miembros que pidan ­perdón por lo que han hecho unos pocos. Ni todos los vascos eran responsables de las acciones de ETA, ni el conjunto del sindicalismo lo era de la bomba del Liceu .
El yihadismo es una ideología totalitaria alimentada por la nefasta política exterior de los países occidentales en zonas tan sensibles como Oriente Medio . Primero Al Qaeda y ahora Daesh ( Estado Islámico ) quieren crear una sensación de inseguridad mundial y mostrar que todo el mundo está en peligro. Con eso se pretende desequilibrar los regímenes democráticos y obligarlos a adoptar políticas autoritarias. Buscan que se restrinjan las libertades, se dé prioridad a la seguridad y se fomente la islamofobia. Es eso lo que más desea Daesh , que respondamos con una actitud sectaria y de odio similar a su xenofobia. Ante ello hay que destacar la respuesta serena y el civismo democrático de la ciudadanía barcelonesa cerrando el paso a los discursos racistas y a los manipuladores.
Si bien hace falta actuar ante las responsabilidades existentes en nuestra sociedad y tratar de implicar a la comunidad musulmana en la lucha contra Daesh , la ­prioridad es la acción internacional. Hace falta una auténtica coordinación en la información policial y, sobre todo, combatir el apoyo ideológico y económico de este grupo xe­nófobo . Se ha de investigar el origen real de su financiación y del apoyo mediático y logístico que tiene. Y denunciar públicamente la hipocresía de los gobiernos occidentales que se niegan a señalar las responsabilidades de algunos regímenes autoritarios en la acción terrorista de los yihadistas porque poseen importantes recursos de petróleo o gas y son los principales compradores de armas. Europa vendió armas por Arabia Saudí el 2016 sabiendo que se usarían en las guerras civiles de Síria , Iraq y Yemen . Igualmente es conocido que Daesh utiliza textos wahabitas saudís en las escuelas de los territorios que controla. Estos hechos son mucho más relevantes que las absurdas discusiones sobre las medidas urbanísticas que tomar para evitar los atentados en a los orígenes, a las fuentes que alimentan el Estado Islámico , poca cosa se podrá hacer para evitar la acción violenta de unos cuantos fanáticos.

Opinión:

Es una enorme fuente de información leer este excelente reportaje de Borja de Riquer sobre una parte de la historia del terrorismo en Barcelona. Es evidente que quedarían pendientes de mención y de análisis los atentados cometidos por bandas terroristas más conocidas como GRAPO, Terra Lliure, EPOCA, FRAP, Brigadas Rojas, MIL, JEP, GCR, Triple A u otras meinos conocidas hasta llegar a casi 30 siglas diferentes. También podríamos recordar los cometidos por la banda terrorista ETA aparte del de Hipercor o lo ocurrido en la Sala de Fiestas”Scala Barcelona”. Pero el espacio disponible del que hja displuesto el señor Borja de Riquer no ha sido suficiente.

Lo que sí quiero puntualizar es un detalle: el atentado de Hipercor ocurrió un 19 de junio de 1987, por lo tanto han transcurrido 30 años y no 40... 

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